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Frankenstein


frankenstein

El famoso monstruo creado en un laboratorio científico y formado por restos de cuerpos humanos, tiene su origen en la obra literaria de una mujer, Mary Godwin Wollstonecraft (1797-1851), más conocida como Mary Shelley debido a que adoptó posteriormente el apellido de su marido, el poeta romántico Percy Bysshe Shelley, y que tituló "Frankenstein o El Moderno Prometeo" (1818).
Mucho se ha discutido sobre los antecedentes reales de esta obra y sería interesante conocerlos para introducirnos, con un correcto punto de vista, en este artículo.
La idea general y más extendida es que existen tres fuentes en las que bebe la idea del ser artificial: la tradición clásica, el esoterismo y los avances científicos de la época.

La ciencia y los avances científicos del siglo XIX, han sido otro aspecto importante para conocer el caldo de cultivo de dónde surgió la criatura del doctor Frankenstein.
Durante muchos años estuvo presente el concepto de la llamada generación espontánea, la cual teorizaba que cualquier ser vivo podría surgir sin la acción de sus progenitores. Los egipcios ya pensaban que los ratones y las ranas se engendraban en el propio limo del río Nilo. Aristóteles (384-322 a.C.) creía en ella y afirmaba que "Cualquier cuerpo seco que se vuelva húmedo o cualquier cuerpo húmedo que se vuelva seco, produce animales mientras los pueda alimentar". Prestigiosos médicos como Ambroise Paré (1517-1590) o célebres naturalistas como el padre Athanasius Kircher (1601-1680) profesaron la misma creencia.

  Pese a que William Harvey (1578-1657) publicó en 1651 un tratado en el que afirmaba que todo ser vivo debe proceder de otro ser vivo, o que Lázaro Spallanzani (1729-1799) demostró con sus experiencias con infusorios lo absurdo de esta idea, tal idea fantástica volvía constamente al público, ya en 1859 a manos de un naturalista francés llamado Félix Archimède Pouchet, de su colega inglés Henry Charlton Bastian, o del profesor francés Stephane Leduc, que en 1910 todavía predicaba la generación espontánea bajo el método pseudocientífico de "imitar las condiciones físicas en que nació la vida".
Benjamin Franklin en su clásico experimento sobre la
electricidad, junto con los famosos experimentos con
la rana de Galvani. Finalmente una imagen clásica:
"A Galvanized Corpse" de Henry R. Robinson, 1836.

 Alejadas de este concepto también estaban las teorías eléctricas científicas de la época.
Aunque Tales de Mileto en el 600 a.C. ya experimentaba con la electricidad haciendo que unas briznas de hierba seca fueran atraídas por un trozo de ámbar que antes había frotado con su túnica, no fue hasta 1752, cuando Benjamín Franklin (1706-1790) arrebató de los cielos, como si de un moderno Prometeo se tratara, el fuego en forma de rayo gracias a su famoso experimento de la llave y la cometa, que la fuerza eléctrica comenzó a tener valor para la ciencia. Posteriormente Luigi Galvani (1737-1798), profesor de anatomía en la Universidad de Bolonia en Italia, en su libro "De Viribus Electricitatis en Motu Musculari" (1792) presentó sus experiencias en las patas de las ranas iniciadas en 1786, sobre el estímulo del sistema nervioso mediante descargas eléctricas y convencido de haber descubierto la electricidad animal.

Frankenstein: de la literatura gótica al cine de terror

La novela "Frankenstein" surgió de una forma tan curiosa (como una competición literaria) que muchos lo han llegado a considerar una leyenda, pero lo cierto es que la autora la narró como verídica en el prólogo de su obra en la edición de 1931.
 Corría el verano de 1816 en Villa Diodati, una mansión que Lord Byron tenía en Cologni, Suiza, y Mary Godwin, junto con su amante y posterior marido el poeta Percy Bysshe Shelley, su hermanastra Jane Clairmont (de nombre artístico Claire), su amigo el poeta Lord Byron y el amante y médico personal de éste John Polidori (aunque hay quien incluye en la reunión a más personajes: Hobbhouse, Scrope, Rossi y Davies), pasaban el tiempo una noche tormentosa leyendo un libro alemán sobre historias de fantasmas. Influenciados por el ambiente, Lord Byron les propuso que cada uno de ellos escribiera una narración de horror. Sorprendentemente ni Byron ni Shelley, escritores de profesión, lo hicieron, mientras que Mary desarrolló lo que posteriormente fue su "Frankenstein o El Moderno Prometeo" y Polidori su "Varney, el vampiro", obra que ya hemos comentado en el capítulo anterior.
Sobre esta reunión se realizó una película titulada "Gothic" (1986) de Ken Russell, considerada 'de culto' por algunos cinéfilos y que pasó casi desapercibida, donde se mezclaba la historia, el sexo, las drogas y el terror. Al año siguiente repitió este intento Ivan Passer con su "Haunted Summer" y el español Gonzalo Suárez con su premiada película "Remando al viento"

 Tras la edición del libro, fueron frecuentes sus representaciones teatrales con mayor o menor acierto, pero la primera película que se recuerda apareció en 1910, un "Frankenstein" de escasos 15 minutos, dirigida por un tal J. Searle Dawley, y producida por la Edison Kinetogram Company. Posteriormente hubo algún intento de repetir la experiencia con resultados mas que dudosos pero de los que se tienen pocas referencias, como fue la americana "Life Without Soul" (1915) de Joseph Smiley que para americanizarla más (algo quizá demasiado frecuente en ese país) llegó a cambiar algo tan revelador como es el nombre del doctor y le llamó Frawley, o la italiana "Il monstro de Frankenstein" (1920) de Eugenio Testa, adaptación muy libre de la novela que se considera perdida.
La película del primer "Frankenstein" de 1910 de la Edison Company.
El monstruo está interpretado por Charles Ogle.

 La película que relanzó la obra de Mary Shelley, la universalizó y, a la vez, la deformó y marcó la iconografía del monstruo como símbolo del terror durante décadas, abrió caminos a los mitos erróneos y mezcló nuevos elementos en el terror cinematográfico navegando entre el miedo y la lástima, fue la famosa "Frankestein" (1931) de James Whale. Fue producida por la Universal y, tras un baile previo de directores y actores, terminó siendo una de las películas más famosas de la historia del cine. La actuación de Boris Karlof como la criatura (como le gustaba al gran actor llamar al monstruo) y el experto maquillaje de Jack Pierce, marcaron un hito en la caracterización de los personajes terroríficos. Además, esta fue la primera vez que se introdujo en el cine americano (y de aquí a casi todo el mundo) el inmenso valor de la iluminación y el juego de luces y sombras en las producciones dirigidas a un público que buscaba el miedo y el terror (que aprendieron, hay que decirlo, de directores expresionistas alemanes como Murnau o Robert Weine).
  Mary Shelley
Pese a su éxito comercial, fue duramente criticada por distorsionar la novela hasta lo indecible. Los guionistas que preparaban su secuela, "La novia de Frankenstein (1935), decidieron reiniciar la historia con la famosa reunión de Villa Diodati, revivir al monstruo y humanizar a la criatura (aquí la actriz Elsa Lanchester hizo un sorprendente doble papel, en el de Mary Shelley y en el de la 'novia' de la criatura, con un original peinado que marcó un hito en el cine de terror). Pese a no conseguir mayor credibilidad en la fidelización a la obra original, fue considerada la mejor película de toda la saga. Posteriormente vino algo a lo que el cine ya nos tiene acostumbrados, la explotación de los éxitos. Así surgieron películas como "La sombra de Frankenstein" (1939) de Rowland V. Lee que introducía a otro actor famoso como era Bela Lugosi en el papel de ayudante del doctor, o "El fantasma de Frankenstein" (1942) de Erle C. Kenton donde Lon Chaney Jr intentaba hacer el papel de la criatura con poco éxito.
 
Y de nuevo, al agotarse el filón, se hicieron películas con el doble, el triple o el quíntuple de monstruos pensando erróneamente que el terror en el espectador aumentaría de la misma forma; surgió así "Frankenstein y el Hombre Lobo (1943) de William Neil, "House of Frankenstein" que conocimos aquí como "La zíngara y los monstruos" (1944), "La mansión de Drácula" (1945) o "Abbot y Costello contra los fantasmas" (1948), fenómeno que ya vimos en el capítulo anterior dedicado a Drácula y que acabó degenerando el género.
De forma similar a lo sucedido con otras películas de terror, la productora británica Hammer recogió el testigo agotado por la Universal. El director londinense Terence Fisher fue el encargado de versionar de nuevo (versión tan nueva que era prácticamente una nueva historia) a la criatura en "La maldición de Frankenstein" (1957), caracterizada por Christopher Lee y acompañado por Peter Cushing como el barón Frankenstein, donde el monstruo va abandonando su destino atormentador para convertirse en un ser agresivo, sin ética ni moral, y donde las actrices provocan sexualmente a la vez que la violencia alcanza cotas nunca vistas; fue además la primera versión en colores de la historia.

 
Este director repitió al año siguiente con "La venganza de Frankenstein" y la Hammer abandonó al monstruo durante unos años hasta que lo retomó con "El Mal de Frankenstein" (1964) siendo el director Freddie Francis y obteniendo una de las peores películas al tener a Kiwi Kingston como el monstruo, ya que era un luchador pero no un actor, que no aportó absolutamente nada nuevo. Fisher tuvo que volver de nuevo con "Frankenstein creó a la mujer" (1966) donde desarrolla la teoría de la transferencia de almas, "El cerebro de Frankenstein" (1968) donde se produce una escena de violación que disgustó mucho a su director, y ya enfermo la que fue su última película, "Frankenstein y el monstruo del Infierno" (1973) con un Neanderthal con el cerebro transplantado. La Hammer agotó sus ideas con "El Horror de Frankenstein" (1970) de Jimmy Sangter, en parte un remake de una anterior con cierta dosis de humor negro y sexo.
 
Mientras tanto en América y desde los años 50, donde la postguerra y el Rock’n Roll convirtieron a los adolescentes en un nuevo valor cultural y económico, buena parte del cine de terror se articuló alrededor de éste, surgiendo las películas de teenagers que abarcaron prácticamente todos los monstruos clásicos conocidos. Así surgió "Yo fui un Frankenstein adolescente" (1957) de Herbert L. Strock o "El Frankenstein adolescente contra el Hombre Lobo adolescente" (1959). También aprovecharon un precoz futuro al hacer en 1958 un "Frankenstein 1970". Incluso consiguieron hacer algo tan malo como la pésima "Frankenstein y el monstruo del espacio" (1964) de Robert Gaffney, aunque posiblemente lo peor de lo malo fue un terrible "Jesse James y la hija de Frankenstein" (1965), que compitió por este título con el absurdo japonés "Frankenstein Conquista al Mundo" (1965).

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