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PRELUDIO DE UN FANTASMA



Como no dejar que los recuerdos de la infancia rijan toda mi atención y se presenten como deja vus en mi mente, si el contexto en el que me encuentro interviene en todos mis sentidos. Nunca pensé que un simple paseo a provincia, resultara de esta tan agradable forma. Refugiarme de la lluvia afuera de la presidencial municipal ha amplificado todas estas sensaciones, el olor de esa planta que tenía mi abuela en su pequeño jardín y la imagen de un curioso anciano, el cual se encuentra parado al otro lado de la calle, el cual me recuerda tanto a mi abuelo.

Me imagino que son todos los factores en suma lo que me provoca esta reacción de nostalgia sobre la pérdida del padre de mi madre. La reacción inmediata de fotografiarlo, se hizo notar, lo cual provocó el inmediato acercamiento de esta persona. Sabía exactamente lo que quería. La gente de ciudad siempre quiere llevarse un poco del folklore, sacan mil fotos de las personas y edificios de los pueblos, así como su condición de vida. Los lugareños, no lo ven mal, ¡ah! eso si, con su respectiva cuota. El billete de cien ya lo tenía preparado cuando el llego hasta mi refugio, talvez no valgan tanto las fotos que le tome mientras se aproximaba, sino la extraña sensación de nostalgia que me invadía.

Extendió la mano y torció la cabeza a la izquierda como símbolo de ternura y aceptación, lo cual, le di el billete que ya tenía listo y saque otro billete de cien, había ganado puntos extras por imitar los gestos de mi abuelo. Al ver esto comento:- “Tómale a ese edificio, ya esta muerto”, -“¿Cómo?”- conteste quitándome los audífonos. Que lastima pensé, me encanta esa canción y seguía cantando en mi mente “Julia Julia….”, mientras Lennon se alejaba de mis oídos y se dirigía con mi mano a mi bolsa. –“Tómale a ese edifico, ya murió, se caerá pronto, tómale, tómale”-

Me decía el viejito. –Yo volví a responder “¿Cómo dice?”. “Si, los edificios se deben de proteger si no se caen, se mueren, no tienen alma, nacen muertos y caen muertos, si vuelves ya no lo veras el próximo año”- comento el anciano, mientras sufría con la dicción por la falta de los dientes delanteros. Una pequeña risa me salió de repente y pregunta- “¿A que se refiere? ¿Como los protegen? ¿Se ponen cruces? ¿Se bendicen?” – En tono serio señaló otro que tímidamente se asomaba de un barrio bajo “Ese esta bien protegido, tiene espíritu” –Me miro y sonrió como si supiera todo aquello que yo no se- “De hecho tiene muchos espíritus, muchas almas, tu sabes, ¿No?”.
Le invité a unos aguardientes, como el decía, ya que el día se había perdido por la lluvia. Y en ese momento fue cuando regreso al tema. “¿Tu sabes de apariciones? ¿Has oído de que se quedan en la tierra…?” – Hizo una pausa, para dar el trago “Aja, si lo he…” – No me dejó terminar la frase y continuó “Por algún objeto, una persona o un lugar querido, que seres más tontos, ambiciosos, egoístas” – Calló un poco y movía la cabeza en negación y continuó “¿Qué crees que pasaría, si te hicieran depender de un objeto, de toda una estructura, en los momentos más difíciles y dolorosos al final de tu vida? Digamos una piedra u otro objeto inanimado, las apariciones no entienden cuando mueren, se confunden, cuidan el objeto como si fuera su propio brazo o sus ojos. ¿Entiendes verdad?”. De verdad ya me sentía un poco mareado por la plática de este señor y había dejado de llover, me disculpé y me fui a dormir a un cuartito que había rentado.


Al día siguiente como a las 5:30 de la tarde, exploraba las periférias del pueblo.
Al observar un cuervo, intenté sacar un lente para mi cámara y así fotografiarlo mejor, el lente cayó y rodó por la inclinación del sueol. Al gritar “Maldito Yepe”, el cuervo voló, en dirección a donde rodó la lente, si no hubiera sido porque me acordé del hermano de mi novia, llamado Yepe, el cual me había comentado su necesidad por una foto de un cuervo en negativos, ni siquiera hubiera hecho caso al animalejo ese. Perseguí mi lente, pero parecía que perseguía al ave de los mil demonios, porque ésta volaba a la misma dirección a la que se dirigía mi lente en fuga. La extensión de mi cámara detuvo su involuntaria marcha al detenerla un puente parcialmente concluido. Me detuve y volteé a los lados, a lo lejos unas mujeres lavando, un hombre las observaba. Llevaba dos días en el pueblo y ya los reconocía.
Él era un joven de unos 25 a 28 años, que sufría retraso mental y ellas trabajaban como compañía (¿Entiendes verdad? Citando a mi anciano amigo) en la casa que señaló el anciano de ayer, la casa con alma o con espíritus, esa casa que no moriría nunca o que se yo. El puente era chico y serviría para que la gente pasara con sus mulas el río. Contaba con 4 pilares anchos, lo que resultó interesante es que el cuervo se paró encima de uno de estos pilares y lo comenzó a picotear. Chillaba y aleteaba, parecía inquieto, estaba ansioso por romper la roca, algo que nunca lograría con ese pico. Me acerqué a él, más bien a mi lente. Y un bebé, me imagino que de una de las mujeres que lavaban, comenzó a llorar mientras llegaba a mi punto de reunión con el objeto fugaz, que lo más probable es que ya estuviese roto. El cuervo no se movió al estar a algunos pasos del puente, y comenzó a picar más rápido, como si le fuera a quitarle una presa, el chico que estaba sentado con toda su atención con las jóvenes volteo bruscamente hacía mí y se levantó, quieto y atento. Al recoger mi lente, me percaté que el llanto del bebe salía del puente, muy tenue. Que raro funciona la acústica en esta zona, ha de estar reflejando el llanto hacía el interior de uno de los pilares. Me acerqué al pilar y coloqué mi oreja, no sonaba ahí, ¿Era que salía del otro pilar?. Si salía de ahí, no era algo posible, y miré para arriba del pilar para saber si existía un orificio en la parte superior por donde pudiera en la remota posibilidad haberse caído ahí un bebe. ¿Qué estoy diciendo? Eso es imposible y le di la vuelta, talvez la madre lo hubiera metido por algún hueco, para protegerlo del sol. No hay nada, el pilar que era recién hecho estaba totalmente cerrado, parecía haber un pequeño orificio arriba, por donde salía el sonido. Voltee para recoger mis cosas y salir corriendo al pueblo por ayuda, cuando me vi rodeado por las mujeres y el chico el cual estaba todo extasiado, sonreía de una manera enferma, se notaba que acababa de realizar un trabajo de albañilería, por las condiciones de su ropa. Hay un bebe adentro, necesitamos ayuda –grité. La única respuesta que recibí, fue que tres de las mujeres sacaran sus machetes. No entendí la situación totalmente, fue de extrañeza total- ¿Qué les pasa? – Grité- Hay un bebe adentro. - El joven balbuceaba Falta uno, necesitamos uno – le decía a las jóvenes y continuaba Hay un bebe adentro, hay uno adentro, hay mil, estoy yo adentro – Eso ya no es retraso, esta loco – pensé. Las jóvenes no hablaban español, hablaban su lengua local, me hace pensar que si hablaban español, pero no lo querían utilizar en este momento.
¿Han recibido un golpe tan fuerte en la cabeza que los pensamientos se disuelven y no se terminan de formar? Recuerdo que el joven camina hasta estar a mis espaldas.
Yo me cuidaba del tosco afilado de los machetes de las jóvenes, los cuales ya habían acertado torpemente a mi cuerpo, aún así nada grave. No se con que me golpearon la cabeza, pero todavía me molesta todo, me molesta el recuerdo de las últimas palabras del maldito loco que me golpeo Necesita estar vivo, no lo maten-suplicaba el
joven- falta otro pilar del puente –una de las jóvenes contestó Solo era mi hijo y ya, sabes que me maten si me vuelvo a embarazar, ya te hice el favor. Me molesta el chillido del bebe, me molesta este olor a piedra mojada con cemento, me molestan estas paredes que me aprietan de todos lados. No me gusta esta oscuridad, no me gusta este poco aire que entra, no me gusta el hambre y no me gusta la sed que tengo.

Como no dejar que los recuerdos de la infancia rijan toda mi atención y se presenten como deja vus en mi mente, si el contexto en el que me encuentro interviene en todos
mis sentidos. Recuerdo en mi infancia, cuando jugaba a las escondidillas...

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