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SEPTIMO ARTE. A través del genio de Sam Raimi

 
Suplemento Día D


 
 
Panamá, 27 de septiembre de 2009

 
La Fórmula del Terror 
 
 
En el cine de terror, el público que generalmente se siente identificado con el género,
busca estímulos emocionales novedosos e intensos a partir de la violencia y la sensación de terror que salga en cada escena.


Rainer Tuñón Cantillo
PA-DIGITAL
En un vídeo, un muchacho tomaba la carátula en DVD de la primera parte de la serie de “Chucky, el muñeco diabólico” y decía contento que ya era hora de verla con sus amigos de la escuela.

La mamá –según contaba– había dado el permiso para verla. Sólo faltaba alquilar la película y salir al encuentro de cine en casa con ese asesino serial metido en el cuerpo de un juguete a causa de un rito satánico.

- ¿No te da miedo? - exclamaba.

- En realidad, da risa el muñeco- respondía el pequeñín.

En la actualidad, para algunos niños, adolescentes y adultos, el cine de terror es disfrutado como una alternativa a la comedia, pues sustentan que esas películas “ya no asustan”.

Por una parte, asumen que las películas que se estrenan no son de terror, entendiendo el término como el sentimiento de miedo en su máxima expresión; es decir, en el momento en que los controles del cerebro han sido superados y producto de ese sentimiento, no hay pensamiento racional, llegando a la parálisis.

En la historia del cine, han sido contados los títulos que logran provocar pavor, miedo, disgusto, repugnancia u horror, a través de historias fantásticas de naturaleza maligna, alteración genética, de supervivencia o máxima criminalidad.

Si bien el terror bebe de las aguas de tradiciones, mitos y leyendas, de las pesadillas y miedos colectivos, al ser plasmado en géneros literarios, artes plásticas, música y cinematografía, se masifica el sentimiento y se produce un género que capta la atención de la sociedad en general.

Si tomamos diez títulos fundamentales que en la historia del cine se han ganado la fama como las mejores de terror, tenemos que mencionar necesariamente a: “El Exorcista”, “El Resplandor”, “Tiburón”, “La masacre de Texas”, “La Profecía”, “La noche de los muertos vivientes”, “Alien: el octavo pasajero”, “El proyecto de la bruja de Blair”, y los clásicos por excelencia “Psicosis” y “Nosferatu, el vampiro”.

En el cine de terror, el público que generalmente se siente identificado con el género, busca estímulos emocionales novedosos e intensos a partir de la violencia y la sensación de terror que salga en cada escena.

Hace algunos años se publicó que los estudiantes del King's College de Londres habían diseñado una fórmula que combinaba elementos de suspenso, realismo y capacidad de impresionar para medir el nivel de terror que provoca una película, así como el uso adecuado de la música, balance entre la vida real y la fantasía y la cantidad de sangre derramada.

Las variables habían sido elevadas al cuadrado y las sumaron al factor susto. El resultado dio como triunfadora a la película de Stanley Kubrick, basada en la novela “El Resplandor” de Stephen King.

Dicho esto, para que una película provoque verdadero miedo, debe ser muy realista, tener dosis de sangre, iluminación, algún efecto especial, vísceras, mucosidades, partes humanas y elementos súper naturales o de investigación criminal. En alguna de estas características habrá entrado este año el genio de Sam Raimi, y anotó una vez más con el estreno de “Arrástrame al infierno”.

El estilo Raimi.
Para las generaciones actuales, Sam Raimi es el visionario que recuperó la fama de “El hombre araña”, cuyo legado estaba cerca de perderse en el recuerdo de algunos incautos que pensaron que la película real del héroe la habían pasado a finales de los años setenta (en realidad fue el piloto de la serie de televisión que para Latinoamérica lo enviaron a las salas de cine para levantar algunos dolaritos).

Sin embargo, Raimi es uno de los pilares del género gore desde que en 1979 formó la compañía Renaissance Pictures con sus amigos Bruce Campbell y Robert Tapert, dedicándose a escribir el filme “The evil dead”, mejor conocido por sus fanáticos como “Mala muerte” o “Posesión diabólica”.

La película se realizó con una cámara de 16 mm en una cabaña en Tennessee y trata sobre cinco estudiantes que tienen una extraña experiencia al toparse con el Necrominon (Libro de la muerte), encuadernado en piel humana y escrito con sangre, y una grabadora que despierta a los espíritus quienes poseen a cada uno de los jóvenes, sobreviviendo solo Ash (Bruce Campbell).

Este filme se le ha considerado como un ícono del cine de terror de serie B e hizo que Raimi dedicara dos películas más a la serie: una siguiente parte, Posesión Diabólica 2, con tintes mejor logrados entre la comedia y lo gore, y “El ejército de las tinieblas”, más épica y de acción que sus anteriores entregas.

Arrastradita al infierno.
Sam Raimi regresa a la raíz de su carrera fílmica con una historia sencilla, poderosa y dotada de aquellos elementos que la enmarcan en el género del terror tradicional.

Su historia había sido escrita por Sam e Iván Raimi bajo el nombre de “La maldición”, concebida como un cuento moral sobre gente con buenas intenciones, pero marcadas de por vida por una acción egoísta.

En el filme, una anciana gitana recién despojada de su casa por incumplimiento de su responsabilidad hipotecaria, toma venganza por la humillación que le hizo pasar su asesora de hipotecas, una jovencita de provincia que asume la decisión de negarle la prórroga para el pago de sus atrasos con la intención de lograr un puesto gerencial en el banco donde trabaja.

La anciana, luego de atacarla en el estacionamiento de la oficina de la chica, le manda la maldición de “la lamia” y todo se vuelve una pesadilla.

En este contexto de la historia, vamos conociendo que lamia, una derivación del sumerio Lamastu es un ser malicioso, es todo un demonio femenino. En la mitología griega se representaba con extremidades de serpiente marina, pechos y rostro de mujer; en la obra de Raimi, no se define con exactitud, sin embargo, tiene calidad “premium” a la hora de meter miedo.

Sin presentar en detalle la secuencia de acontecimientos que conjugan el humor negro, el terror y lo sobrenatural a buen ritmo y dosificación, el más reciente proyecto de Raimi califica como una historia de terror que se ajusta a las mediciones estudiadas en las ecuaciones científicas que determinan si hay méritos para asustar.

El efecto que consigue ante un espectador horrorizado desde su silla, es el de un filme que sin llegar a convertirse en un clásico, demuestra el dominio completo de Raimi cono narrador de historias de terror, y eso cuenta.

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